lundi 21 septembre 2009

Que la tierra... en Revista Quimera

Afincado en Bordeaux desde hace algunos años, el peruano Sumalavia hace un ejercicio de memoria literaria para trasladarnos a una Lima tan real como novelesca. En esta dualidad, paradigmática en toda la novela, bascula Que la tierra te sea leve. Así, el tópico del doppelgänger se convierte tanto en la búsqueda real de un hermano ausente como en la búsqueda del doble literario; tránsitos que, se intuye, tienen mucho que ver con el reconocimiento de unas raíces, unos orígenes, unos hogares, unas filias, cuyos relieves se perciben con mayor claridad desde el exilio. Escrita con inusual elegancia y en pequeños compartimientos narrativos, esta primera novela de Sumalavia fue una de las finalistas del Premio Herralde de Novela en 2006. (M.G.R.)

en Revista Quimera, n° 308-309, julio de 2009.

mardi 15 septembre 2009

Antonio Moretti sobre Que la tierra...



Ricardo Sumalavia es uno de los mejores escritores de cuentos (si no es que el mejor) surgido en los últimos años. El trabajo realizado en relatos breves y microcuentos que hemos podido disfrutar en Habitaciones (1993), Retratos familiares (2001) y Enciclopedia mínima (2004) es, cuando menos, notable. El esfuerzo por la brevedad significativa en sus relatos es impresionante y sospechable la influencia de la literatura oriental que, a veces, pareciera decirnos que bastan solo unos segundos en la vida para que esta sea trascendente. De este modo, en los relatos breves de Sumalavia solo hay sustancia, solo la explosión, solo lo que conmueve... Ricardo Sumalavia piensa y escribe en el "solo". El fraseo, por lo tanto, no se luce; cumple y es efectivo; pero no deslumbra pues es opacado por la explosión de la brevedad. No digo que no se pueda apreciar, pero para esto se exige un ojo buscador, una lectura en planos, un disección pausada y detallada.

En Que la tierra te sea leve, la primera novela del escritor peruano, se pueden encontrar las mismas características que en su narración breve. ¿Cómo un escritor entusiasmando con la brevedad logra escribir una novela de más de 100 páginas? pues la respuesta es la técnica.


Sumalavia estructura su novela en distintos planos; tantos que pareciese un derroche de habilidad. Podemos hablar de saltos de tiempo que el lector tiene que ordenar; también de los narradores, los que se dedican a ser visuales, los que toman las voces de los personajes, los que son confesionales; que pienso, son los tres grandes ejes narrativos. También podríamos hablar del lenguaje y el fraseo musicalizado por grandes fragmentos de la novela, hasta que, la voz y el modismo torpe de una mujer vulgar toma la posta y continúa con la narración. y, por supuesto, de la fragmentación de la historia.

Hasta aquí, es la forma lo que me ha interesado; pero es que el fondo tiene como única materialización esta forma; es decir, no es una opción estratégica, es necesidad.

Se nos presenta una historia de búsquedas y contrastes, y como toda búsqueda, es un transitar al pasado, a las causas primitivas, a recordar dónde, cómo y por qué se perdió lo que hoy se transfigura como tan necesario. el personaje de Fefer, el enano sátiro, es el más interesante por lo sórdido, lujurioso, casi delictivo quien se mimetiza en callejones y seres oscuros. me hizo recordar a ese personaje del que habla Ribeyro, un delincuente peruano en París, que lo auspició a él y a otros escritores, en la Tentación del fracaso, si no me equívoco.

Son las piezas del rompecabezas las que me llaman la atención. Una novela de relatos fragmentados, independientes si quieres, que se unen como pistas de un crimen. Disfruté descubriendo los planos, reconociendo los narradores, analizando el tiempo, unificando los fragmentos, como un niño buscando entender cómo funciona su juguete más querido.

Estimo la primera novela de Ricardo Sumalavia, finalista del premio Herralde, como una de las entregas más importantes del año, necesaria para todo aquel que cuestiona la compatibilidad entre cuento y novela. Y, por supuesto, una prueba más de la pericia narrativa de tan importante autor.
Texto aparecido en el blog:

jeudi 2 juillet 2009

Que la tierra...



Una muy corta, pero grandiosa estadía en Ginebra, me permitió conocer a muchas personas ahora entrañables. Una de ellas es Manuel Borrás. Como saben, él es editor de Pre-textos. Todos conocemos la calidad de su trabajo, de su persona, y sabemos que no necesita mayores halagos. Al final de una cena estupenda en un restaurante etíope, cuando andábamos entre risas por unas calles húmedas de Ginebra, pude entregarle un ejemplar de mi novela, que buenamente Rodrigo Díaz, librero y editor de Albatros, había puesto en mis manos para a su vez pasarla a las manos de Manuel Borrás. Fue un acto generoso el de Rodrigo por facilitarme ese ejemplar, y generoso también Manuel por recibirlo y prometerme una lectura y una carta que acabo de leer. Con su autorización, y agradecido, la reproduzco aquí.

Querido Ricardo:

Supuso un placer conoceros en Ginebra y compartir mesa redonda contigo. Por fin pude leer tu muy interesante novela Que la tierra te sea leve. Tal como te prometí, paso a expresarte mis opiniones al respecto: Libro, a mi juicio, de indagación en la propia personalidad a través de los otros –de consumación de una vida en otra paralela– donde se desarrolla un proceso de ramificaciones ya desde el mismo tronco de su motivación: la búsqueda del sosia. O, mejor, de los sosias: por un lado César, después de un largo período residiendo en el extranjero, regresa a Lima decidido a reencontrarse y recuperar el vínculo con su hermano Sebastián, una enano bohemio de vida disipada; y por otro lado el narrador, que emprende la búsqueda de un hermano literario –o "alma gemela"– por medio mundo (Lima, Burdeos, Corea). Estos son los conflictos –en realidad el mismo– que estructuran y justifican tu novela. Se trata, insistiré, en una suerte de desdoblamiento del mundo: el ambiente sórdido y violento de cantinas y prostíbulos vs. el clima aséptico de las relaciones humanas en universidades y congresos literarios. De este modo, aunque las líneas trazadas avancen paralelas –condenadas a no tocarse
ni en las bifurcaciones–, son en realidad líneas clónicas. O algo mucho más complejo aún, pues de algún modo se complementan. Se complementan pero se repiten. incluso en sus desenlaces: la sustitución del hermano real por otro adoptado que hace mejor esas veces: Sebastián encuentra a Martín y el escritor a Thomas Bernhard (al que citas en la entrada de la novela, confundiéndose intencionadamente los términos autor, escritor, narrador).
Pero es una complejidad tejida con tal disciplina y creatividad que no interfiere en la lectura, los pespuntes pasan desapercibidos. De hecho el idioma tiene aquí por momentos dones creacionistas, místicos si exageramos; digamos que de alguna manera el idioma en tu novela posee la aptitud de habilitar sentidos nuevos a las palabras, o de registrar significados ocultos, o de devolverles un primitivo extrañamiento. Y suena realmente encantadora esa armonía entre naturalismo y fantasía. Baste el siguiente ejemplo para documentar esa inteligencia demiúrgica
en la factura y esa emoción contenida en el trazo:
"En algún lugar de la casa, todavía sin precisar exactamente dónde, ambos niños intuían que estaban cerca de lo buscado. El aire tibio del mediodía, colándose por las aberturas de las cortinas, los movía a presentir un espacio desmedido. Ellos corrían en dirección a la corriente del viento y, me atrevería a decir, viajaban con la misma ligereza: debajo, encima, entre aquel soplo que los arrastraba eximiéndoles de cualquier temor capaz de albergarse en todas las búsquedas". Acabo, como sabes, de citar el primer párrafo del libro, y me doy cuenta ahora de que todo el libro es y está ahí. El universo a escala de una pelota de ping-pong.
En fin, una estupenda novela que te agradezco hayas puesto en mis manos. Enhorabuena.
Un fuerte abrazo y mis mejores deseos para tu esposa,
Manuel Borrás.

mardi 2 juin 2009

RICARDO SUMALAVIA, ESCRITOR PERUANO / Huellas de un narrador

Su libro Que la tierra te sea leve arriba a las librerías limeñas

Autor prepara un próximo libro ambientado en década pasada

Giancarlo Stagnaro
gstagnaro@editoraperu.com.pe

Momentos de satisfacción vive el escritor Ricardo Sumalavia (Lima, 1968). Su primera novela, Que la tierra te sea leve (Bruguera, 2008), por fin ha arribado a las librerías limeñas y consolida la propuesta singular de un narrador como Sumalavia, que ha alcanzado al público hispanoamericano, que lo ha recibido de manera positiva.Pareciera que su argumento –la historia de la búsqueda de dos hermanos: uno carnal y otro literario– aleja a Sumalavia de lo que se denominan los referentes locales, pero él no cree que sea así del todo. “No necesariamente hay que publicar cuento o novela para dar un testimonio de determinado momento. No, al menos, como fin último. No obstante se escriba una novela sin ningún referente nacional, de alguna manera sí estas hablando de tu entorno. La peruanidad aflorará, pero no es el fin último para lo que se tiene que decir”, afirma.
Para ello, pone como ejemplo la reseña del crítico chileno Camilo Marks. “Él dijo que así yo viva en cualquier parte del mundo, escribo como un narrador peruano. Aunque no aclara los rasgos de ser ‘narrador peruano’, es curioso que una lectura fuera del Perú sea capaz de encontrar huellas que entiende propias de un narrador así. No apelo a algo como el lenguaje coloquial o la referencialidad inmediata a Lima o lo político, pero de repente habrá otros, quizá no tan evidentes para nosotros porque lo experimentamos todos los días.”
Quizá la peruanidad en Que la tierra te sea leve sea la preocupación de su autor por la idea de la infancia y su relación con la ciudad. “Esta construcción de la identidad, que es la infancia, consiste en enfrentarse al entorno, a Lima. Siempre me ha intrigado Lima, porque he crecido en el centro y nunca lo he entendido del todo, de ahí esa preocupación. El personaje del enano es la deformación de Lima para mí, ese juego de lo grotesco y lo carnavalesco.”En efecto, lo extraterritorial –y la dialéctica permanente con lo céntrico– determina el carácter del texto de Sumalavia. “Quizá la realidad en el libro es para el lector peruano mucho más reconocible, pero la idea es ir más allá de esa referencialidad, que me sirva de marco, pero no estoy buscando la clave de Lima, sino la Lima que quiero construirme, una Lima de ficción.”
Profesionalismo editorial Ricardo Sumalavia no deja nada al azar y, por ello, desde hace cierto tiempo, trabaja con un agente literario. “Trabajar con un agente es acortar pasos. Evita que estés tocando puertas y ciertas decepciones, pues el agente literario conoce el perfil de tus escritos y te ayuda en lo monetario.”El escritor anuncia que su próxima novela sí tomará en cuenta una realidad más cercana: la década de 1990. “He terminado la versión de una novela que pasa un poco en varias partes, pero sobre todo en Lima. Toca un contexto determinado con elementos policiales, pero sobre todo es un ajuste de cuentas conmigo mismo”. A esperar se ha dicho.

En: El Peruano

lundi 13 avril 2009

Hermanos de sombra

Por Fernando Iwasaki Cauti


Ricardo Sumalavia proviene del relato y por eso ha desplegado las técnicas de la narrativa breve en su primera novela, pues las historias que se imbrican a lo largo del libro no siguen un plan maestro, ni desembocan en un final común, ni están pobladas por las mismas criaturas. Se trata, en todo caso, de varias historias –por lo menos tres- donde un hermano siempre está buscando a otro hermano desaparecido. La trama prostibularia de uno de los hilos de la novela funciona como metáfora de la pesquisa literaria de los otros dos, que al fin y al cabo forman parte de una misma madeja. Después de todo, ciertos ambientes novelescos tienen mucho en común con el negocio de la entrepierna y no hay criatura de un burdel (madame, fulana o cliente) que no atesore una buena novela.
Sumalavia concibe cada uno de sus capítulos como miniaturas narrativas, piezas perfectas y redondas que muchas veces son más interesantes en sí mismas que el conjunto de todos los capítulos. No estamos ante una novela experimental, aunque sí es un experimento de Ricardo Sumalavia. Como lector de relatos considero que cada una de las historias funciona por su cuenta, mas como lector de novelas habría deseado que todo hubiera encajado al final, pues al desenredar la madeja me quedé con tres hilos deshermanados, como los protagonistas de Que la tierra te sea leve.
En: Revista Renacimiento
Número 61-62 2º Semestre 2008
Sevilla

lundi 16 mars 2009

Reseña en la Revista Leer

Que la tierra te sea leve
Ricardo Sumalavia
Bruguera. Barcelona, 2008.
156 págs.

Primera novela de este peruano que había publicado ya algunos libros de cuentos, Que la tierra te sea leve quedó finalista en el prestigioso Premio Herralde. Alejada del realismo directo y simple de otros compatriotas y coetáneos, la novela se adentra en territorios metafóricos llenos de sugerencias. Por ejemplo, su interés por la casa como ámbito que refleja al ser humano (con las habitaciones como equivalentes de las partes del cuerpo o la mente del hombre) podría emparentarlo con las preocupaciones de Millás. También su interés por el lenguaje, no sólo como herramienta, sino como tema, es decir, por el propio proceso de la escritura. Esas preocupaciones de fondo no dan, sin embargo, como resultado una literatura árida o esquiva. Dentro de la polifonía de voces que suenan en la novela, Sumalavia practica un estilo claro, directo, que no rehuye los coloquialismos ni la oralidad. Otra faceta de esta interesante novela es (tema literario donde los haya) la constante relación entre lo real y lo ficticio, lo vivido y lo recreado artísticamente, en las personas y las imágenes. Las referencias literarias completan las coordenadas de la novela.

Revista Leer, marzo 2009
España

dimanche 22 février 2009

Gótico limeño

Por Camilo Marks
Domingo 22 de Febrero de 2009

Ricardo Sumalavia se inscribe en el grupo, cada vez más numeroso, de jóvenes autores latinoamericanos con educación muy cosmopolita, residencia en el exterior —por lo general Estados Unidos o Europa— y creciente desarraigo con el país nativo, que se nota en híbridos o deshilvanados trabajos (no es éste el caso). Durante años, vivió en Corea del Sur, donde enseñó español en un centro de estudios superior, ha sido profesor en la Universidad Católica del Perú, donde coordinó el Centro de Estudios Orientales y en el presente fijó su domicilio en Burdeos, Francia. Una vida tan itinerante, en parajes tan remotos y, sobre todo, la sujeción a culturas e idiomas sin ningún lazo con el nuestro, podrían haberse traducido en una obra confusa, atravesada por las más heterogéneas influencias, lejos de una de las más ricas tradiciones literarias del continente. Sin embargo, sus libros de cuentos Habitaciones, Enciclopedia mínima y Retratos familiares demuestran que Sumalavia, aunque mañana se vaya a trabajar a Kazajstán, en ningún momento dejará de pensar y sentir como peruano. Y, lo que es más importante, tampoco dejará de escribir como peruano.
Que la tierra te sea leve (Editorial Bruguera, 2008, $10.000), su primera novela, transcurre en dos ámbitos narrativos paralelos, en apariencia sin conexión entre sí; poco a poco, sin embargo, van develándose los vasos comunicantes, los puentes, los sutiles puntos de encuentro entre ambas esferas. En los capítulos numerados según un sistema convencional, se cuenta la historia de dos hermanos, César y Sebastián, el último enano y apodado Féfer. Bajo múltiples puntos de vista narrativos —el del Camaleón, "que necesita un espacio cerrado para albergar estos afectos", el de la prostituta Raquel, el de César o una impersonal y desencarnada tercera persona—, sin orden cronológico, se exponen las peripecias de un grupo humano enclaustrado, que se va arrinconando en sitios inaccesibles de una vetusta mansión —llamada la Gran Casa—; ellos crean y recrean, hacen surgir y desaparecer a personas, hechos, episodios de preferencia lúgubres, esperpénticos, macabros, repelentes, en tinglados cada vez más patibularios, si bien no escasean los pasajes líricos e hiperrománticos, como los paseos de Cristina por el estanque de peces o el enamoramiento de Martín por su inquilina Inés, con la consiguiente furia de Raquel: Martín sacó de la calle a Vanesa y Raquel, arrancándolas de las manos del Gavilán, su protector, y está elaborando una crónica con ayuda de Féfer. Toda esta historia posee un carácter onírico, irreal, cuyo centro es un acontecer de límites imprecisables. Quizá la palabra gótico sea la mejor para definir el clima y el estilo de Sumalavia en los ires y venires de sus funambulescos héroes y heroínas. No estamos, claro, en castillos abandonados con misterios espeluznantes ni tampoco ante mujeres locas que se inventan un pasado inexistente —Charlotte Brontë, T. Williams—, pero esa ilustre vertiente parece visible en Que la tierra…
Memorias de Burdeos, Tongseng y Baumgartenhöhe son tres secciones insertadas tras la mitad de esta notable e inusual ficción. A primera vista, se trata de ensayos autobiográficos, sin el más remoto enlace con lo que hemos venido diciendo. Y, por cierto, estamos ante tres piezas perfectas, amenas, divertidas, sobre encuentros y desencuentros entre literatos, académicos o críticos en situaciones algo implausibles. Sumalavia asiste, mediante un golpe de suerte burocrático, a un congreso internacional en el puerto francés, que versará sobre la obra del gran poeta Martín Adán, cuyos versos admira tanto como su novela vanguardista La casa de cartón. De súbito, aparece Christophe, quien formó parte de su grupo juvenil hace décadas, totalmente amnésico. En Tongseng, Sumalavia está empeñado en traducir al gran novelista coreano Yi Munyol, pero choca contra el profesor Lee, a quien sólo le interesan las historias de la literatura. El hermano de un docente, vecino de Ricardo, desaparece en la India. Y en Baumgartenhöhe el protagonista es una eminencia de las letras peruanas, quien comparte su estadía en un sanatorio austriaco con Thomas Bernhard, mientras este último concibe El sobrino de Wittgenstein.
Las afinidades entre el conjuro verbal de la Lima prostibularia y absurda de Que la tierra… y sus piezas de sofisticado carácter novelesco deberán ser definidas por el lector. Y si se trata de un lector agudo, disfrutará intensamente con este relato.

Hemisferios paralelos

Peruano residente en Francia, Ricardo Sumalavia publica su primera novela. Un cruce entre autobiografía literaria y ficción plebeya, entre localismo y cosmopolitismo.
Por Juan Pablo Bertazza

Que la tierra te sea leve
Ricardo Sumalavia
Bruguera156 páginas
STTL (Sit tibi terra levis) es uno de los epitafios más transitados y estremecedores desde la antigua Roma. En Que la tierra te sea leve, sin embargo, no hay entierros ni muertos (o los que hay ya lo estaban antes de que empezáramos a leer). Siguiendo con las paradojas, podríamos definir esta novela como un libro de fantasmas sin fantasmas, y más aún, como una primera novela –la del escritor peruano Ricardo Sumalavia, ¡otro! finalista del Premio Herralde y publicada en España– que, acaso, no se diferencie tanto de sus tres volúmenes de cuentos, único género que había trabajado hasta ahora. En todo caso, si descartamos la idea de que esta es una serie de relatos disfrazada de novela, al menos hay que reconocer que se trata de una novela partida al medio: por un lado tenemos la búsqueda que emprende César de su hermano Sebastián en una Lima pintarrajeada con bajos fondos, atmósferas lúgubres, mucho discurso indirecto libre y mucha segunda persona. El hemisferio sedentario del libro, podríamos decir, signado paradójicamente por cierta búsqueda experimental del lenguaje e incluso del motor narrativo que, por momentos, parece una interminable hilera de automóviles remolcados entre sí que no se sabe dónde empieza ni dónde termina. Lo cierto es que lo más logrado de esta parte lo constituye La Gran Casa, un inmueble plagado de habitaciones que fueron dejando vacías abuelos, tíos y primos y de la que buscan apropiarse los hermanos César y Sebastián a partir de un pacto de unión eterna y algunos juegos al borde de lo diabólico. Sin embargo, esta gran idea que recuerda a “Casa tomada” de Cortázar e incluso a la obra de teatro de Boris Vian Los constructores del imperio o El Schmürz, tal vez pierde fuerza porque el extrañamiento que debería generar esa mansión se lo apropian, en realidad, algunos personajes que, por otro lado, tienen algo de cliché, como el propio Sebastián, un enano tan superdotado como lujurioso, y una mujer a la que le molesta ser bella.
La otra historia, el otro hemisferio del libro –y ya el motivo de tapa, a cargo de la artista Evelyn Williams, acerca un poco la metáfora cerebral o, mejor dicho, encefálica–, por el contrario, es geográficamente nómada porque recorre un itinerario que va de Burdeos (Bordeaux) a Corea pasando por Alemania, y mucho más clásico en términos literarios. A partir de congresos y clases universitarias repletos de valijas y malentendidos, un joven escritor con mucho del propio Sumalavia —quien, además de haber sido profesor de la Universidad Católica de Perú, vivió en Corea dando clases de español y actualmente reside en Burdeos— se va enredando en distintos enigmas narrativos que tienen en común, también, la búsqueda de hermanos (ficticios y no tanto), uno de los cuales sería el propio Thomas Bernhard. Por otro lado, esta parte del libro repleta de referencias a distintos escritores como el coreano Yi Munyol, el poeta peruano Martín Adán y el peruanista francés Roland Forgues, recuerda un poco al Roberto Bolaño de Estrella distante por mostrar de manera marginal, muy velada pero íntima, ciertas claves de una generación pujante de escritores peruanos como Patricia de Souza, Iván Thays y Marco García Falcón, algunos de los cuales tienen en común los reconocimientos de Herralde y cierta obsesión por Europa, ya sea por haber viajado, por temática, o por ambas cosas.
Lo cierto es que los dos hemisferios, las dos historias, de la primera novela de Ricardo Sumalavia, no se rozan más que temáticamente. Y, en su unidad, Que la tierra te sea leve deja un extraño sabor de boca: el de un libro bien escrito, una promisoria primera novela con cierta solidez, a la que, sin embargo, parece faltarle una vuelta, un cierre que conecte esos dos hemisferios. Algo que tal vez no tuvo lugar por su breve extensión.


Domingo, 22 de Febrero de 2009
En: Radar Libros, Página 12

mercredi 11 février 2009

Los senderos que se bifurcan

Por José Güich

La narrativa meta-ficcional -aquella que incorpora reflexiones sobre el proceso creativo, velada o expresamente- es una de las tendencias más identificables en obras de autores latinoamericanos recientes. A veces, tal orientación se canaliza vía digresiones sobre los problemas de escritura, introducidas como parte del relato. En otros casos, se produce la inclusión de un escritor como personaje ficticio, enfrentado a situaciones referidas a sus propios demonios. Al segundo dominio pertenece Que la tierra te sea leve (Bruguera, 2008) de Ricardo Sumalavia (Lima, 1968). Esta novela fue finalista del Premio Herralde 2007.

El texto maneja con soltura dos líneas paralelas, que se nutren mutuamente: la primera, oscura, cubierta de un halo des-realizante, presenta a dos hermanos, habitantes de una vieja casa limeña, cuyas existencias se apartan de modo súbito. En ese carril, se desarrolla la ulterior búsqueda de César tras los pasos del compañero de la infancia -a través de una urbe lumpenizada-. Una serie de escenas -administradas con mucho oficio y dominio técnico- permite entrever que ese no es otro que Féfer, un enano al servicio del paranoico Martín, a quien el desaparecido sirve como amanuense. En sus tiempos libres, disfruta de las generosas muchachas que su patrón hospeda en casa.

En el otro pasadizo, un itinerante alter ego de Sumalavia también se involucra en peripecias personales o de terceros, siempre en pos de otro ser, huidizo, como en el episodio sobre el novelista limeño desencantado, o el de ese meditabundo profesor coreano que ha perdido a su hermano durante un viaje de turismo a la India. Sin impostaciones, los dos planos se reflejan uno a otro, como espejos destinados a anular las fronteras entre lo objetivo y lo imaginario.

Que la tierra te sea leve corrobora que los narradores peruanos son capaces de despedazar las etiquetas, apostando por otras texturas. Sumalavia ya es, sin duda, abanderado en tales viajes.

En: Correo / 8 de Febrero de 2009

Revelación de las letras peruanas ambientará novela en los últimos días de Fujimori en el poder

Ricardo Sumalavia habló con Emol sobre "Que la tierra te sea leve", libro que lo llevo a disputar el Premio Herralde y que acaba de publicarse en Chile.


Por Francisca González
El Mercurio Online
Jueves 15 de Enero de 2009 12:32

SANTIAGO.- Si hubiera que escoger al escritor revelación de las letras peruanas, Ricardo Sumalavia sin dudas estaría peleando el cetro. No en vano fue nominado en 2006 al prestigioso premio Herralde, uno de los más codiciados por la comunidad literaria hispanoamericana, gracias a su primera novela, "Que la tierra te sea leve".

El éxito de Sumalavia es reconocido en Perú, y en estos momentos comienza la tarea de expandirse por Chile gracias a esa misma novela, que en las últimas semanas llegó a las librerías locales, donde ya cosecha una buena recepción por parte de los lectores.

Pero ésta no es la primera obra de Sumalavia. Antes ya había dado que hablar con los libros de cuentos "Habitaciones" (1993), "Retratos familiares" (2001) y "Enciclopedia mínima" (2004).

El autor, que ahora vive en Burdeos y trabaja en el departamento de Español de la Université Michel Montaigne-Bordeaux, conversó con Emol sobre su aplaudido libro y sobre una nueva creación, que se sitúa en un escenario especialmente sensible para los peruanos: El gobierno de Alberto Fujimori.

-En "Que la tierra te sea leve" dos hombres buscan a sus hermanos. ¿Cuál es el fondo de esa búsqueda?
-Es la búsqueda y construcción de la identidad a través de los otros, saber quiénes somos cuando tratamos de saber algo más de ellos. Como si nos sostuviéramos el espejo mutuamente.

-El libro expone el juicio social al que son sometidos personajes como un enano y dos prostitutas, pero con un contrapunto en la amnesia. ¿Es ésta una manera de escapar de ello?
-Si bien es cierto que sus condiciones de prostitutas, enanos y borrachines los convierten en sujetos marginales, yo he pretendido ir más allá del juicio social y plantearlos como personajes carnavalescos que quieren crearse su propia dinámica de vida, sus propios códigos estéticos en espacios cerrados. La amnesia, en este caso, no sería necesariamente un escape, sino una natural negación de ese otro mundo.

El autor contó que actualmente trabaja en una novela corta, contextualizada en el gobierno de Fujimori. "El año pasado terminé una versión de ella. Por ahora la estoy dejando reposar, mientras busco otros datos y trato de encontrar el momento propicio para retomarla y darle la forma definitiva (...) Por ahora sólo puedo adelantar que exploro narrativamente las distintas construcciones, la real y la ficticia, de un investigador privado a fines del gobierno de Fujimori".

Pese a su residencia en Burdeos y a su nacionalidad peruana, en la última década el escritor también se ha visto envuelto por el universo coreano, con su trabajo como traductor de textos provenientes de ese país. Sin embargo, reconoce que sus principales lazos actualmente están en Francia, pero que ello no implica un desapego con Perú.

"Cada vez me siento más cómodo viviendo en Burdeos. Los estímulos culturales y vitales de esta ciudad son enormes. Pero ello no implica un distanciamiento de mi país. De un modo u otro, sin importar donde viva, seguiré siendo un escritor peruano. Y si viviera de nuevo en Perú, seguro que algo de escritor exiliado sentiré".

En: El Mercurio (Chile)

La deseable levedad

Por Rosella Di Paolo

¿Por qué no se quedan quietas las casas de la infancia? ¿Por qué nos siguen hasta en sueños, con papás, con escaleras, con hermanos y patios, con secretos y ventanas, con juegos?
En los admirables cuentos de "Habitaciones" (1993 y 2002), "Retratos familiares" (2001) y "Enciclopedia mínima" (2004), pudimos entrar en esas casas vivas y crujientes, y ahora, en su reciente novela, Ricardo Sumalavia (Lima 1968) retoma esa escenografía subjetiva en la que hermanos de sangre o de aventura existencial no dejan de buscarse o de hablar o escribir entre cuartos oscuros, barrios violentos y países lejanos. Todo esto en manos de una prosa tan despejada para narrar hechos, como envolvente y ambigua para sugerir conexiones entre pasado y presente, entre lo anclado, lo delirante y aun lo mítico, pues las sombras cómplices y alternadas de Cástor y Pólux parecen marcar la novela desde sus cimientos, desde la dualidad de sus materiales narrativos.
En un plano, y contada por distintas voces, está la historia de César, que padece un mal respiratorio; Sebastián, su hermano, que sufre de enanismo, y Cristina, la bella y bondadosa media hermana que rebautiza a Sebastián como Féfer, nombre de resonancias fantásticas y sexuales, a la vez que alude a trastos o baratijas, aspectos todos que irán cumpliéndose en ese personaje desconcertantemente sensible y chapucero. En los recovecos de la Gran Casa, ellos establecen sus juegos y rituales de búsqueda y ocultamiento que continuarán de alguna forma, casi en clave de novela negra, cuando sean mayores, en otras casas, o la misma casa desdoblada, entre cuchillos y prostitutas. Interpolados en esa historia, aparecen tres relatos de Ricardo, joven profesor de literatura y escritor peruano, ubicados en Burdeos, Corea y Lima, y donde muchos detalles "verificables" parecen deseosos de llevarnos a asumir esos textos como testimonios del autor.
Lo que a simple vista es el choque brusco de dos pelajes narrativos, podría ser la expresión de la tenaz hermandad entre lo ficticio y lo real. De hecho, los tres relatos 'autobiográficos' se transmutan en material extraño (amnesias, desapariciones misteriosas, existencias improbables); y, a su vez, ese mundo casi feérico que es la infancia en la casona, con su enano, su princesa, un retrato secreto, una pileta, un Camaleón elusivo (¿la voz de la Gran Casa?) entra en descomposición por obra de la enfermedad, actos criminales, o por esa complejidad adulta que dificulta restablecer ingenuos vínculos fraternos, o traer la pureza de vuelta de las aguas podridas. Respecto a esto último, un sugestivo texto de Habitaciones, "Ella azul", reverbera aquí de modo curioso, y fija el punto lírico más alto de la novela.
El que la ficción parezca desembocar en la realidad y viceversa, las hermana en un juego de complementos que, de paso, se conecta con los tantos hermanos reales, y esquivos dobles, que recorren el libro, no solo los ya mencionados, sino los que dejo al buen ojo del lector.
Con creciente intensidad, la obra despliega asombrosos espacios y voces narrativas, a la vez que con un fresco sentido lúdico se echa a buscar a sus hermanas novelas, según sugieren las estupendas alusiones-homenajes a "La casa de cartón" o "El sobrino de Wittgenstein", entre otras.
Como atendiendo el ruego del título, en este hermoso y extraño libro la realidad parece volverse muchas veces tan leve como un sueño. Aunque por ser una inscripción mortuoria, quizá fuese más justo pensar o desear para sus heridos personajes, y para nosotros, que el oscuro sueño de la muerte no pese más que el oscuro sueño de la vida.


En: El Comercio

Que la tierra te sea leve, RICARDO SUMALAVIA

Escribe CARLOS M. SOTOMAYOR

La memoria suele ser en ocasiones selectiva. Rescata del olvido aquellos sucesos que revisten gran significancia en nuestra muchas veces anodina existencia. Hace poco recordé un momento grato acaecido hace varios años. Me encontraba recorriendo los anaqueles de la librería El Virrey de San Isidro cuando reparé en un libro cuya cubierta me mostraba un lienzo en el que aparecían unos niños sentados en medio de la sala de un caserón antiguo. Se trataba de Retratos familiares, segundo libro de Ricardo Sumalavia. Y recuerdo que, tras adquirirlo, hallé entre sus páginas a un autor cuya sensibilidad encontraba cercana. Y recuerdo, como si apenas fuera ayer, el primer cuento, "Retorno", y una frase misteriosa: "Soy una especie de minotauro abúlico, hastiado de este lugar, y mi hermano un salvador con el amor quebrado".Conocí a su autor poco tiempo después y, gracias a una reedición, pude leer su ópera prima: Habitaciones. Transcurrieron los años, apareció un nuevo libro de cuentos, Enciclopedia mínima, y mi admiración por su narrativa creció tanto como el afecto que le profeso, el mismo que se les tributa a las almas nobles.Que la tierra te sea leve (Bruguera, 2008), libro publicado en España y que ya se puede encontrar en Lima, no es sólo su primera novela, marca, de alguna manera, la legitimación de su talento literario. Y reitera, como en los grandes autores, aquellos temas que persisten en su universo narrativo: la infancia, la memoria y, sobre todo, la relación entre hermanos. Porque esta novela está signada por la búsqueda del hermano (sea sanguíneo o no), del cómplice, de ese otro en el cual podemos reconocernos.


Publicado en
Correo
y el blog Letra Capital / Jueves 20 de noviembre de 2008

La unidad y el caos

José Belmonte Serrano
Diario La Verdad
Murcia

¿Alguien había pensado en serio que la literatura hispanoamericana se había ido definitivamente al traste? ¿De nada ha servido el magisterio de esos autores que en su día merecieron los más encendidos elogios? Hablamos, entre otros, de Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti, García Márquez o Vargas Llosa. En un libro publicado a principios de los años setenta, Historia personal del Boom, su autor, el chileno José Donoso, en su capítulo final hablaba de todo lo que quedará con el paso del tiempo, cuando sean sometidas a un análisis más detenido y riguroso esas obras consideradas, acaso con cierta precipitación, como maestras. Y se refiere, asimismo, no sin cierta preocupación, a lo que él denomina “cosas nuevas”. O lo que es lo mismo: ¿habrá autores que en los años futuros, es decir, ya en siglo XXI, sean capaces de continuar esa explosión de creatividad en el mundo de la narrativa?
La respuesta tiene ya algunos nombres que podríamos calificar de paradigmáticos. Algunos de ellos han obtenido importantes galardones, como el Herralde de novela. Entre esos nombres cabe citar el del peruano Ricardo Sumalavia (Lima, 1968), quien se inició en el mundo de la narrativa con algunos libros de cuentos, acogidos muy favorablemente por la crítica más exigente. Hace ahora su primera incursión por el mundo de la novela. Y nos ofrece un título que nos resulta muy evocador, incluso enigmático: Que la tierra te sea leve. Para empezar, se trata de una obra ambiciosa, de gran complejidad, dirigida a un lector hecho y derecho, exigente y con experiencia en estas labores. Un relato en donde la ficción, pura y dura, se mezcla sabiamente con la memoria y la autobiografía. Un relato intenso, profundo, sugerente en el que se aborda de manera valiente asuntos como la fealdad, el desarraigo, el desamor y el exilio interior. Y, junto a ello, fluye, como un río silencioso, todo lo referente a la metaficción. La novela dentro de la novela. O, si se prefiere, los misterios dela creación literaria. “Por más que trato de impedirlo -asegura uno de los narradores de la obra-, todos mis recuerdos continúan fundiéndose entre sí, se van haciendo uno (…) Que el caos me dé la unidad si ésta existe”. Una novela madura, escrita impecablemente y que a nadie deja impasible.

Que la tierra te sea leve. Ricardo Sumalavia. Bruguera, Barcelona, 2008. 156 pp.

Por José Donayre

Ya estaba advertido del envío del libro por su propio autor. De modo que cuando recibí la llamada de mi esposa sobre la recepción del paquete, le escribí un mensaje electrónico a mi buen amigo: «Querido Ricardo: Hace un instante me llamó Nancy a decirme que ha llegado un paquete de Barcelona. Sin duda que es tu novela. Espero salir pronto de Petro para empezar a leerla».

La novela no llegó en el mejor momento (lo cierto es que hace muchos años, para mí, jamás es un buen momento para la lectura «de un tirón» de un libro de más de cien páginas). No me quedó más remedio que ser un delincuente, o sea, robar tiempo para disfrutar Que la tierra te sea leve, novela finalista del Premio Herralde de Novela en 2006. Hace una semana terminé de leerla y aún la sigo paladeando.

Con esta novela me queda muy claro que Sumalavia es el escritor mejor consolidado del grupo de narradores bisoños que conocí antes de 1990. Que la tierra te sea leve es un libro con muchas virtudes, pero, sobre todo, compuesto a la luz de una mística literaria que el autor empezó a cultivar desde su primera entrega: Habitaciones.

Sí, mística. Concepto que escritores alrededor de los cuarenta años pueden saber de su existencia y uso lingüístico, pero que no logran, a partir de este término, establecer un estilo o plantear un norte literario, pues se hallan en la banal y frívola carrera de atender un mercado o posicionar su nombre sobre la base de una estrategia de marketing. Hablamos de fama y reconocimiento, pero no necesariamente de consagración y éxito, que se logra con un trabajo constante y comprometido, en el que el buen uso del idioma, más que un detalle, es prácticamente todo, a fin de que el quehacer literario no solo sea una imitación de la realidad sino la reinvención de la palabra misma. Y aquí estamos en un nivel literario mayor y muy complejo: la mística de la poética, ámbito que Sumalavia explora a sus anchas y a todo riesgo.

Que la tierra te sea leve no es afortunadamente un libro perfecto, pues como toda buena novela es un intento por alcanzar la perfección como fragmentación o totalidad. Sumalavia ha publicado una obra de ingenio que será recordada por una manera muy limpia de contar y describir para plantear con prolijidad su visión del mundo, particularmente en torno a las relaciones familiares y literarias.

Desde lo estrictamente personal, considero el capítulo «Tongseng» como la unidad narrativa más lograda del volumen. A continuación, transcribo parte de su último párrafo, con el propósito de que el interesado aprecie la sobria belleza con la que Sumalavia consigue distender una situación dramática, apoyando toda la expectativa en la potencia significativa de una misteriosa palabra en otro idioma:

«Esos fueron mis pensamientos, los rostros que veía en el camino. Al menos fue así hasta que tomamos una pequeña pendiente de bajada y el auto del profesor Kang empezó a deslizarse sin control. El aumento de la velocidad fue rápido. Instintivamente sujeté la correa de seguridad, estiré las piernas y pisé con firmeza, como si de esa manera pudiera detener el auto. No te asustes, tongseng. Ya lo controlo, me dijo el profesor Kang en coreano. Pudo ocasionarse un terrible accidente. Por fortuna no hubo otros autos cerca de nosotros y enseguida estuvimos al final de la pendiente. (…) Te lo dije, tongseng. Ahora podemos viajar tranquilos. Esto me lo dijo sin dejar de mirar el camino. Qué bueno, le respondí, e hicimos el resto del viaje en silencio. Yo traté de recordar el significado de la palabra tongseng en coreano, pero no lo conseguí.»

Publicado En mis estantes.

Que la tierra te sea leve

Por Javier Agreda

En un par de relatos de Ficciones, Jorge Luis Borges plantea la posibilidad de una narración que se ramifique indefinidamente, a la manera de "un juego con espejos que se desplazan". El escritor Ricardo Sumalavia (Lima, 1968) parece haber desarrollado esta propuesta en su reciente novela Que la tierra te sea leve (Bruguera, 2008), en la que todos los sucesos y personajes se presentan como contrapartida de otros que, a la manera de una imagen especular, los confrontan y complementan.
Hay, básicamente, dos historias en la novela, y en ambas alguien está en la búsqueda de su "doble", su hermano real o imaginario. En la primera se trata de César, quien después de muchos años en el extranjero retorna a Lima buscando a su hermano Sebastián, un enano que frecuenta las peores cantinas. La segunda es la del innominado escritor (identificable con el propio autor), quien en Lima, Burdeos y Corea encuentra hermanos literarios, escritores con los que tiene muchas e importantes cosas en común. De todos ellos, el más afín es el escritor puneño Carlos Calderón Fajardo, descrito con amplitud de detalles, aunque su nombre no aparezca en el libro.
Así, mientras una historia nos lleva al aséptico mundo de universidades y encuentros internacionales de escritores, la otra se desarrolla en paralelo, pero en el contexto de violencia y sordidez de bares y prostíbulos. Lástima, no se llega a establecer ningún vínculo entre las tramas de estas historias (casi ausentes en ambos casos) ni en los temas, pues el de los "dobles" (hermanos o "paredros", como diría Julio Cortázar) más que un tema es el motor de esta narración que avanza en base a bifurcaciones y desdoblamientos. Sebastián encuentra en Martín a un hermano sustituto, y ambos se emparejan con dos prostitutas que podrían ser hermanas; Calderón Fajardo también encuentra un "hermano mayor" literario, el austriaco Thomas Bernhard.
Autor de tres libros de cuentos –Habitaciones (1993) tiene ya tres ediciones– Sumalavia mantiene en esta su primera novela las virtudes de aquellos libros: equilibrio entre el realismo y lo fantástico, reflexión sobre la importancia del pasado y los vínculos afectivos, y especialmente una prosa sugerente y bien trabajada. Virtudes que lo han convertido en uno de los mejores narradores de su generación (la de Iván Thays, Patricia de Souza, Marco García Falcón) y que llevaron a Que la tierra te sea leve a figurar entre las novelas finalistas del Premio Herralde 2006.

Artículo publicado previamente en La República y el blog de Javier Agreda.

La Gran Casa

Por Claudia Apablaza
Que la tierra te sea leve, Ricardo Sumalavia (Bruguera, 2008)

Leer un nuevo libro, es en parte para confrontarlo con mis lecturas anteriores, pero a la vez es confrontarlo con aquello que no está dicho, aquello que bien podemos decir y que pertenece a una categoría llamada silencio, silencio aplazado, tal vez, y que aspiro a que vaya dejando de ser tal, para revelarse en las lecturas y la vida y los seres que las pueblan.

Ricardo Sumalavia (Lima, 1968), con su primera novela Que la tierra te sea leve, revela una parte de ese silencio. La de enseñar con una sutileza desinteresada, con la generosidad de un maestro Zen, a hacer y deshacer la memoria (por tanto a ver su imposible fin e inicio) a través de voces, recuerdos, y el cruce de infinitas historias, que se dice son dos: un escritor que busca a su hermano literario y otro hombre que busca a su hermano, el enano Féfer; pero que leída y releída encontramos más de esas dos, y nos enfrentamos a la historia de la Gran Casa, metáfora del cuerpo y su registro, de la mente y sus huellas, de la Literatura y la vida.

Fragmentar y llevar de la mano al lector a que todos los recuerdos de estas voces de infancia y adultez se fundan entre sí, a la vez que se hacen uno; y que el caos entregue la unidad de todos esos fragmentos e historias que se alojaron en la Gran casa, es el gran ejercicio que logra Sumalavia en esta notable novela.

En: Laboratorio de Escritura

Entrevista a Ricardo Sumalavia

Tres libros de cuentos constituían la ineludible evidencia del talento literario de Ricardo Sumalavia. Además, el autor demostraría que la novela no es un territorio ajeno al resultar finalista del prestigioso Premio Herralde de Novela con Que la tierra te sea leve (Brugera, 2008), libro recientemente publicado en España.

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR

¿Se puede decir que el tema central es, de alguna manera, la búsqueda: la búsqueda del hermano perdido, por un lado, y la del hermano literario, por otro?
Exactamente. Y en ambas búsquedas trato de establecer correspondencias, crear un tramado que articule toda la novela. Por un lado, con la historia de César y la búsqueda de su hermano, el enano Féfer, en pleno centro de Lima, de una noctámbula ciudad de Lima; y, por otro lado, la de un joven aspirante a escritor que trata de hallarse a sí mismo a través de libros, viajes y, especialmente, las búsquedas emprendidas por otros escritores. También intento en esas búsquedas establecer otras aristas, proponer un proceso en el que se construye una identidad que va mutando en su propia construcción.

Otro tema importante me parece que es el de la evocación, el de reconstruir, de alguna manera, el pasado. Sobre todo la infancia, periodo de vida que suele determinar la adultez.
Cada vez que trato de reconstruir mi pasado ficcionalmente, siempre termino mucho más antes de mi año de nacimiento, en 1968. Yo siempre quise que los recuerdos de los demás sean también mis recuerdos. De esa manera, ficcionalmente me he apropiado de la memoria de mis hermanos mayores, de mis padres, de mi entorno, especialmente por haber crecido en el centro de Lima. En cada rincón de esta ciudad han pasado tantas cosas que no pude soportar no apropiarme de ellas.

La familia es un tópico recurrente en tu obra. No es casual que uno de tus libros se llame Retratos familiares. Este tema también está presente en esta novela.
A mí siempre me ha atraído la relación que hay entre los hermanos. Mucho más, incluso, que la que hay entre padres e hijos. Los hermanos, por lo general, tienen los mismos orígenes; comparten todo, se proyectan entre sí, se construyen mutuamente y hasta se crean espacios imaginarios en común. Pero claro, no todos tienen la misma fuerza, esa complicidad duradera, y ese espacio imaginario empieza a despedazarse. Ese momento es el que me inquieta artísticamente. Todo esto lo planteo en la novela en diversos planos.

Una de las historias de la novela trata del hermano literario, de aquellos autores con los que uno encuentra coincidencias, lo que los hace cercanos... ¿Se puede decir que es una manera de rendir homenaje a tus hermanos literarios, a los miembros del grupo Centeno y también un homenaje a Carlos Calderón Fajardo?
En uno de esos planos del que te hablo es donde desarrollo mi hermandad literaria con Carlos Calderón Fajardo. Lo conocí cuando yo apenas tenía un puñado de cuentos y su amistad fue esencial en mi formación. En la novela no aparece su nombre; no era necesario. En mi libro, la hermandad va más allá de las identidades. Y si bien el grupo Centeno también fue crucial para mi formación como escritor, esta vez el homenaje no es para ellos. Creo que Iván Thays ya lo hizo magistralmente en La disciplina de la vanidad.

La novela muestra guiños con tu biografía personal. ¿Qué tan importante es la realidad dentro de tu ficción?
Te sonará contradictorio, pero me siento más seguro en el mundo de la ficción que en lo que entendemos por realidad. Por esa razón no tengo ningún inconveniente en quebrar esos posibles límites entre uno y otro. Es más, en el caso de Que la tierra te sea leve, los capítulos supuestamente más autobiográficos se nutren y discuten mucho más de la propia literatura, de la ficción; digamos que son más metaliterarios. Mientras que los otros capítulos, los que transcurren en Barrios Altos o el Centro, están poblados de personajes esperpénticos, carnavalescos, en una ciudad de Lima ficcionalizada a mi gusto. Este juego de difuminación entre lo real y lo ficticio creo que hace de mi libro una novela ezquizofrénica.

*Entrevista publicada en Correo el domingo 31/08/08 y Letra Capital.

Que la tierra te sea leve y los rostros de un escritor

por Félix Terrones

“Creo que es mejor saber que viajas con una pregunta que con una certeza”

Había buscado a Ricardo Sumalavia mucho antes de saber que lo buscaba. Me enteré de que su última publicación era una novela y la noticia me sorprendió. Acostumbrado a leer sus textos cortos, la idea de imaginarlo, no solo autor de una novela, sino también finalista de un premio tan prestigioso como el Herralde (2007) por culpa de esa misma novela me intrigó y llevó a buscarlo. Inútil: el libro tomó varios meses para ser publicado. Aparecido en julio de este año, recién llegado a Lima estos días, yo acabo de terminar sus hojas, la ortografía de una escritura pulcra que refleja la vida de escritores hermanos, prostitutas, enanos, amnésicos y familias con el mismo espejo crepuscular. Acordamos, esta entrevista, él en Bordeaux (ciudad en la que vive desde hace tres años) y yo en Tours, acerca de su libro.

LOS DOS HERMANOS

Los primero que llama la atención en Que la tierra te sea leve es que, pese a que se trata de tu primera novela, se podría decir que retoma el imaginario, los temas y las obsesiones de tus dos anteriores libros. Sin ir más lejos, el tema de la casa, o el del espacio familiar, muy presente en Que la tierra te sea leve, está anunciado ya desde el título de Habitaciones (1993). ¿En qué medida consideras que retoma o tergiversa tus temas recurrentes?
En realidad, las preocupaciones por las casas y todo mi imaginario personal que está en mi novela han estado desde siempre, desde que empecé a escribir. Me explico: incluso antes de mi primer libro, Habitaciones (1993), yo ya había escrito un cuento en el que aparecían la casa, Féfer el enano y su hermano. Esta primera versión, ya remota, se publicó en una revista mexicana. Si bien abandoné este cuento en un primer momento, creo que fue a partir de éste que construyo toda mi propuesta. Siempre me atrajo la imagen de la casa como metáfora de la mente del hombre: sus corredores, sus habitaciones, sótanos, zonas prohibidas, selladas a la vista y memoria de los hombres. Por supuesto, también hay otros niveles de interpretación con la imagen de la casa. Como pequeños universos, por ejemplo: escenario de vidas familiares que se condicionan al espacio que los contiene. Como baúl de secretos para los que estamos fuera de esa casa. Eso está también muy presente en Retratos familiares (2001).

Y dentro de esta casa, que en realidad es otro personaje de la novela, tenemos a los dos hermanos: Sebastián y César que parecieran reinventar el mundo con sus juegos, específicamente con lo que ellos llaman “el gran juego” vinculado con la noche, lo secreto…
Efectivamente, la casa no sólo es un escenario. De alguna manera es otra voz dentro de la narración. Voz que se hace presente a través de ese juego nocturno de los hermanos y la remota muchacha del retrato. Cuando pienso en estos pasajes, me es inevitable no referirme al poeta José María Eguren y sus personajes infantiles y espectrales, a su universo concentrado en el misterio de la noche que espera un rayo, una efímera luz que los revele. Por otro lado, Eguren decía que el niño es un movimiento de arte, un dinamismo estético. Y esta es la directriz que he seguido en la escritura de esta novela.
La escritura pareciera tener un carácter ambiguo dentro de la casa. Por un lado ella sería la posibilidad de recuperar la infancia de juegos, pero por otro lado es la garantía de una identidad desordenada, camaleónica: las palabras escritas como que quieren dejar de ser eso, escritas, y ser únicamente palabras, desordenadas, confusas palabras que no puedo controlar. ¿Tu novela enfatizaría la capacidad mistificadora del relato antes que la posibilidad de recuperar el pasado, y con él la identidad?
En este caso la identidad se relativiza. Lo que busco son posibilidades de reconstrucción de esas identidades a través del lenguaje. Existir en tanto se dice que existe. Lo que creo conseguir con ello, al menos es lo que intento, es que los tiempos converjan en un presente. De allí que pueda parecer confusa la simultaneidad de personajes y de distintas acciones. Claro, no hay que perder de vista que todo lo hago en las historias referidas a Féfer y César. Entre estas historias intercalo, a modo de crónica –una falsa crónica, tendría que decir-, la búsqueda de ese joven aspirante a escritor de lo que él llama su hermano literario. En estas historias el lenguaje –su problemática, si quieres- también está presente.

UN ESCRITOR SUELTO EN EL MUNDO
Y ya que hablas de identidad y búsqueda, me parece que son precisamente estos episodios intercalados los que multiplican estas dos coordenadas: un francés amnésico que busca su pasado en un coloquio dedicado a Martín Adán en Bordeaux, un profesor coreano que busca a su hermano desaparecido, un escritor peruano que descubre a su “hermano literario” en Tomas Bernhard… ¿Cada una de estas tres historias no sería sino distorsiones de la reflexión acerca de la escritura?

Exacto. El proceso mismo de escritura es otra de las aristas que pretende destacar en esta novela. Las historias del joven escritor y sus peripecias mientras se interna en la memoria, u olvido, de los otros personajes me dieron un espacio perfecto para la reflexión, para tratar de conocer las posibilidades y límites del lenguaje en su uso cotidiano y en el plano de la creación. Y ya que antes te hablé de Eguren como una de mis referencias, aquí podría mencionarte la conocida Epístola de Amarilis a Belardo. Ese texto me fascina. Una voz de amor que se crea en tanto ama y en tanto sus palabras la van construyendo. Y no sólo a ella, sino también a su objeto, a quien conocía únicamente por sus textos literarios. Claro, estas son correspondencias veladas en el caso de mi novela.
Me llama la atención que todas las búsquedas parecieran condenadas al fracaso, pues la muerte real o simbólica aparece de un modo u otro. Por lo demás el título del libro – que retoma un epitafio que se grababa en las lápidas romanas - pareciera “programar” esta interpretación. En resumidas cuentas, da la impresión que la búsqueda fuera, antes que nada, el pretexto para marcar la oscilación, el cambio, la “relativización” de la que hablabas.
Más que un pretexto, la búsqueda es un fin en sí mismo. Todos los personajes ya están condenados de alguna manera. Así los percibí desde el principio de la escritura. De allí también el título, que era una suerte de aligerar ese destino trágico; pero por otro lado proponer con él una interrogante en ese camino al fracaso. Creo que es mejor saber que viajas con una pregunta que con una certeza.
Me parece incluso más significativo en la medida en la que su búsqueda se encuentra relatada no como una evolución sino como un regreso, al menos en el tiempo de la narración: comenzamos en Bordeaux para terminar en Lima. Por lo demás ahora se me ocurre que esto puede tener un eco en el regreso a la casa del otro narrador, como si todas las búsquedas o viajes fueran al mismo tiempo un retorno al pasado. ¿Te lo planteaste de ese modo? ¿No hay un toque de ironía en ello?
Al principio, fue todo por azar. Es decir, el capítulo que sucede en Burdeos lo escribí cuando no tenía ni idea que terminaría viviendo aquí. Lo escribí en Lima. Y lo anecdótico es que volví a encontrarme con el personaje francés, pues por otras casualidades trabajamos en el mismo lugar, y ahora somos muy buenos amigos. Por supuesto, una vez ya instalado en esta ciudad, la construcción de la novela cobraba otras dimensiones y nuevos sentidos. Y fue aquí, en Burdeos, donde revisé y amplié el capítulo que trascurre en Lima. De alguna manera esas idas y vueltas han terminado por borrar mi punto de partida y destino. Ambos se han hecho uno. Eso hace que ir siempre sea volver.

UN RETRATO Y VARIOS PROYECTOS
Tracemos algunas puentes entre lo que Rosella di Paolo llamó “dos pelajes narrativos”. Está claro que ella se refiere a los dos niveles de la narración, niveles que se alternan independientemente uno del otro, pero lo que me parece extraordinario en tu texto es que ambos registros son como las dos caras de una moneda, se reclaman sin cesar. En este sentido, me gustaría que me contaras un poco más de una imagen que me parece grafica esto de un modo extraordinario: Sebastián y César cargando el cuadro de la mujer… De hecho, tengo la impresión de que toda tu novela está ahí…
Esas dos caras de la moneda a las cuales te refieres las tengo en mí. Mira, los capítulos que trascurren en el centro de Lima, en Barrios Altos, en los que no aparezco como personaje y hay muchas voces urbanas, caóticas y poéticas, las asumo como parte de mi mundo en el cual crecí. De esa Lima que aún me sigue siendo inaprehensible. Y si bien los capítulos que podríamos llamar biográficos tienen un lenguaje más directo, diríamos funcional (aunque llamarlo así sería reducirlo), yo los asumo como los capítulos más literarios. Como ves, esos dos registros los tengo incorporados y se interrelacionan… Y sí, quizás la imagen del transporte del retrato de la mujer sea la metáfora de todo lo que te acabo de decir. Estos niños llevan un retrato, una recreación, a otro espacio, cerrado, en el cual la transformarán en real. Lo ficticio en lo real y lo real en lo ficticio. Esto también lo detectó y explicó muy bien Rosella Di Paolo.
Para finalizar, me gustaría que me cuentes un poco el proceso de escritura de esta novela. Hace un rato me dijiste que el germen aparece ya en un texto que publicó una revista mexicana hace varios años. Después me contaste que el episodio de Bordeaux ya lo habías escrito en Lima, mucho antes de que supieras que ibas a venir por aquí. Pese a la brevedad del texto, has trabajado en él más de cuatro años…
Si empiezo a buscar rastros de la escritura de esta novela, debo remontarme a principios de los años noventa. Claro, en esa época no tenía una idea de lo que quería escribir. Un primer bosquejo fue un libro de cuentos que reúna tres cuentos largos teniendo como personaje común a Féfer el enano. El primer cuento fue el que apareció en México, a principios de los noventa, el segundo lo escribí en Corea del Sur el 97 y el tercero 99. Como puedes ver, entre la escritura de estos cuentos fue que escribí también mis otros libros de cuentos. La idea de la novela, como tal, se me ocurrió el año 2002, durante un viaje que hice a la ciudad de Murcia. Allí conocí a un historiador que me enseñó una reproducción de las inscripciones mortuorias halladas en Segóbriga. En ésta leí: Sit tibi terra levis. Que la tierra te sea leve. Fue a partir de este momento que todo cobró sentido en la propuesta de mi novela. Luego todo fue un trabajo de refundir los cuentos, reescribir gran parte de lo ya escrito y escribir el resto, pero con un norte más definido… Como te lo explico, todo suena muy organizado, pero no fue así. Especialmente en la última etapa de la escritura, al saber lo que quería decir, y cómo decirlo, me fue ganando la ansiedad. Recuerdo que era pleno verano limeño cuando llegaba a las páginas finales y me encontraba en un estado febril, escribiendo sin detenerme. De pronto sentí que debido al calor y a la ansiedad por llegar al final, mi ropa me incomodaba y fui quitándomela. Así continué y, cuando puse el punto final, transpirado al extremo, me hallé completamente desnudo y exhausto.
¿Estás trabajando en otra novela en este momento? Por otro lado, vives en Europa desde hace varios años, ¿me puedes contar un poco lo que estás leyendo? ¿Estás al tanto de lo que se publica en Perú?
Estoy escribiendo otra novela. En verdad ya escribí una segunda y tercera versión. Me parece que acabaré el próximo año. Lo digo porque ya tengo en mente otros libros que quiero escribir, pero antes necesito acabar ésta. Y lo que leo ahora está muy cercano a los libros que tengo en mente. Leo biografías de Víctor Hugo y Mallarmé, crónicas de modernistas de entresiglos. Y sobre estar al día con lo que se publica en Perú, son más las noticias que tengo de los libros que las posibilidades de leerlos. Los libros tardan seis meses en llegar a la biblioteca de la Universidad de Burdeos. Claro, algunas veces tengo amigos generosos que me envían sus libros y puedo leerlos antes. Lo último que he recibido es un libro de cuentos de José Güich, Los espectros nacionales, y lo estoy leyendo con mucho placer. Y también estoy releyendo algunas crónicas de un libro que me atrapó, Sexografías, de Gabriela Wiener. Tengo la impresión de que en el campo de la crónica en español se están escribiendo libros notables, y el de Gabriela Wiener es uno de ellos.

En: Porta9

Entrevista con Ricardo Sumalavia

El escritor publica en España “Que la tierra te sea leve”

YOLANDA VACCARO
MADRID. El hombre literato busca a su hermano literario y el hombre de carne y hueso busca a su hermano carnal. Con este punto de partida Ricardo Sumalavia ha escrito “Que la tierra te sea leve”, su primera novela. La obra, publicada por Bruguera, circula en España desde hace unas semanas.
Radicado en Burdeos desde hace tres años, donde realiza un doctorado, el escritor desarrolla su faceta literaria incursionando por primera vez en el terreno de la novela. A “Que la tierra te sea leve” le preceden tres libros de cuentos.
¿Qué aporta a su literatura vivir en Europa?
Cuando vives fuera de Perú la distancia te activa la memoria, activas pasajes que no recordarías o no verías con suficiente perspectiva si vivieras en tu país, que estarían guardados en el “disco duro”. Pero fuera empiezas a recordar olores, sabores, hechos, cosas de tu pasado por esa necesidad de ir reconstruyendo tu vida. Vas echando mano de lo que tienes más cerca, que es la memoria.
Eso es algo que les ha pasado a escritores como Mario Vargas Llosa o Benavides, que escriben sobre Perú desde la distancia…
Sí. Hay escritores que nunca han salido de su terruño como Martín Adán o José María Eguren que han tenido como viajes interiores. Hay otros escritores que sí necesitan distanciarse de su objeto de escritura. Ese ha sido mi caso y puedo decir que me he beneficiado culturalmente, literariamente.
“Que la tierra se te sea leve” ¿es una novela de búsqueda?
Tal vez sea difícil incluso enmarcar esta obra dentro del concepto de novela. No es el estilo de novela canónica, de un solo argumento, una sola historia, con personajes centrados en toda la línea. He hecho experimentos. Sí, busco diversos recursos narrativos pero con temáticas precisas; en este caso era la búsqueda del hermano literario y del hermano carnal. Temas que siempre me han interesado mucho son la familia, la ciudad natal. Me obsesiona esa relación amor-odio que tenemos muchos con Lima, sobre todo cuando estás fuera. Quieres volver, pero cuando estás allí quieres salir corriendo para observarla mejor. Y ésta es una novela en la que traté de presentar varios niveles de lectura. Uno es el de la búsqueda del hermano con dos líneas paralelas que se van alternando. También está la construcción de una realidad a través del lenguaje, de la palabra. Hay un homenaje, un punto de partida, que es la Epístola a Belardo de Amarilis. Al margen de si Amarilis existió o no, o si fue una invención de Lope de Vega, a mí lo que me interesa es que Amarilis existió por la palabra, por la escritura. Eso quise hacer con la novela.
¿Hasta qué punto es autobiográfica?
Alguien podría pensar que es autobiográfica porque hay pasajes en la novela, a modo de crónica, en los que podría ser yo. Pero lo cierto es que si bien es alguien para cuya construcción tomo elementos de mi vida, lo empiezo a construir a través de la palabra. Intenté la búsqueda de la identidad a través del lenguaje. Tienes identidad mientras escribes, dejas de escribir y ese que se comunicaba a través de la palabra deja de existir, eres otro si quieres. Hay muchas experiencias cotidianas de escritura o de comunicación vía e-mail o vía epistolar y luego, cuando los personajes involucrados se encuentran cara a cara, no se comunican de la misma forma. La relación existe en tanto que existe la palabra por la vía elegida. La escritura te da una identidad distinta, quería problematizar esto.
Efectivamente no es una novela al uso. Al principio cuesta seguir el hilo…
Al contener estas dos historias paralelas también hay algo mucho más vital. Crecí en el centro de Lima, en Barrios Altos, hay una cosa muy vivencial de las barriadas. Luego la formación académica cambió mi referencia a un mundo de libros. Traté de escribir una novela en la que pudiera resolver esos espacios de mi vida privada, de mis recuerdos de Barrios Altos, y establecer un puente con el mundo de los libros, de la lectura, quise tratar de amalgamar todo. La parte de Barrios Altos curiosamente es la más ficcional. La parte que habla de un mundo de libros es donde aparezco como si fuera un personaje. Me estoy topando con muchos lectores que prefieren más una historia que otra; hay quien prefiere las historias marginales de Barrios Altos, de las putas, y hay quien prefiere la parte en la que hay casi una “metaliteratura”, un personaje que quiere ser escritor, que habla de literatura. También hay lectores que pueden lograr la amalgama.
¿Ha hecho también un ejercicio de concisión de lenguaje?
He escrito ya tres libros de cuentos breves, además tengo un libro de microrrelatos y eso te da un tipo de lenguaje, una concisión, te acostumbras a ello. Con la novela quería probar otros registros, otras posibilidades de lenguaje, pero todo lo que he aprendido con el cuento he tratado de aprovecharlo para la novela. Por eso hay capítulos bastante cortos, algunos capítulos cerrados, y hay algunos fragmentos que podrían leerse tranquilamente como cuentos autónomos. Pero ya luego hay una lectura de conjunto. Si es algo que funciona para mí como escritor y como lector, creo que puede funcionar para otros. Si me ha gustado a mí al momento de escribirlo, estoy seguro de que habrá otros a los que les gustará.
¿Extraña Lima?
Lo suficiente para querer ir y luego regresar. Lo que extraño de Lima ya ha desaparecido. Extraño el espacio de cuando era niño. Como te decía, crecí en Barrios Altos y ese espacio ha desaparecido. Por más que quisiera volver ese espacio sólo existe en mi memoria y ahora, en parte, en mi libro.


En: Notas Moleskine

Ricardo Sumalavia: En busca el hermano (literario) perdido

Por Iván Hernández

En Que la tierra te sea leve, de Ricardo Sumalavia, recientemente publicada por Bruguera, se desarrollan dos historias que tienen como eje común la búsqueda del hermano. La primera transcurre en Lima y en ella un hombre intenta encontrar al hermano perdido. En la segunda se habla de un joven escritor que, a través de crónicas, pretende recuperar a su hermano literario, al que lo une a su vez a la tradición literaria. En esta entrevista nos habla sobre su novela y de algunos de los nombres de la tradición a los que se siente próximo.
-Las primeras páginas de Que la tierra te sea leve parecen más el establecimiento de un espacio que un mero principio de novela, y en uno de tus libros anteriores Habitaciones, (habitacioneslibro.blogspot.com) los espacios cerrados son centrales. Además de contar por qué ha subsistido este interés en tu obra, ¿qué otros autores crees que comparten esto y cómo lo tratan?
-Sin lugar a dudas hay un plano inconsciente en mi predilección por los espacios cerrados. Antes de Habitaciones, incluso, escribí una breve pieza de teatro, muy a lo Samuel Beckett, que transcurre dentro de una caja de cartón. Cuando se representó, los actores apenas podían moverse. Fue muy divertido.Si trato de hallarle una razón, pues me remontaría a mi infancia, viviendo en un edificio con muchos apartamentos, todos idénticos. Sin embargo, desde pequeño intuí que dentro de cada apartamento pasaban cosas muy distintas a las que ocurrían con mi familia. Me refiero a que cada familia albergaba un misterio. La mía también, claro. No por nada oía repetidas veces esa expresión popular de “la ropa sucia se lava en casa”. Y, claro, como siempre he sido curioso y no podía saber qué pasaba dentro de esos espacios, pues opte por reconstruirlos, pero dejándoles esos misterios adheridos en las paredes, en el pasado de esas paredes.Por otro lado, para nadie es sorpresa saber que todo lo relativo a habitaciones, corredores, edificios, representan la mente humana, con sus espacios abiertos y otras puertas selladas.
En cuanto a autores y libros que me han atraído por temas similares, pues mencionaría Aura de Carlos Fuentes, El obsceno pájaro de la noche de José Donoso, cuentos de Bruno Schulz (diría también sus dibujos), el ya mencionado Beckett, y destacaría también al poeta vanguardista peruano Martín Adán, quien en su única novela La casa de cartón vio a la ciudad de Lima como una gran casa cerrada. Con todos estos antecedentes, me pareció normal abordar mi primera novela con el reconocimiento de un espacio cerrado, aunque mejor sería decir que los personajes le reasignan una significación, muy distinta, a cada espacio. Espacios que existen al ser nombrados, invocados.
-Otro gran espacio es la ciudad. Configuras una Lima a la medida del libro. Y varias veces has hablado del intento de muchos autores latinoamericanos por utilizar a la ciudad y al crimen como elementos esenciales de sus ficciones. ¿Aún piensas que la novela policiaca en español sigue siendo un buen mirador para pensar lo literario y lo político (la literatura y la sociedad)? Porque el otro lado de la moneda es que las novelas policíacas se conviertan en actualizaciones meramente temáticas y se descuide la forma.
-Afortunadamente el género policial ha ido más allá que sólo ofrecer visiones de realidades concretas, de sociedades minadas por la corrupción. Habrá lectores y escritores que preferirán quedarse en ese plano de lectura. No está mal, por cierto. No obstante, hay otros escritores, y creo incluirme entre ellos, para quienes el policial brinda herramientas que permiten ver el entorno de otra manera, hurgar en el ser humano, en su miseria irrefrenable.Si bien la ciudad es el espacio por excelencia en el relato policial, ya que es escenario del crimen y guarida perfecta para el criminal, sabemos que este género ha ampliado terrenos. En mi caso, por ahora tengo bastante con recrear la ciudad de Lima, que, como bien dices, trato de construirla a la medida del libro. Yo crecí en el centro de la ciudad y nunca terminé de entenderla. Me he quedado con el sabor de que algo pasó, con intuiciones. Al escribir esta novela, traté de desarrollar estas intuiciones y explorar.
-En una entrevista de hace ya varios años, hacías referencia a futuro libro de relatos: Que la tierra te sea leve como un conjunto de relatos. No sé si te referías al libro que has publicado con Bruguera, pero me parece que cada “capítulo” puede ser arrancado del libro y leído aparte, y se sostiene perfectamente. Hay muchas etiquetas para esto: tensión cuentística en cada capítulo, novela de relatos, fragmentación. A mí me parece que además de que en tu formación y en tu expresión fueron apareciendo sucesivamente el poema, el cuento y la novela, --en parte por tu propio carácter—esta es la forma que debía adoptar este texto. Si en Que la tierra… se habla de la identidad y la memoria que van siempre de la mano, éstas no avanzan linealmente, son cajas negras que contienen dentro otras cajas –aunque suene feo-- cuyo contenido se adivina pero que jamás se desvela del todo. Como si estuviera hecho el texto de voces que no cesan a pesar de sus desapariciones o de la muerte de Cesar.
-Al principio, ya hace muchos años, creí que escribiría un libro con tres relatos, todos ellos alrededor del personaje Féfer, el enano. El título ya existía para este libro. Terminé una primera versión; sin embargo, no me dejó satisfecho. Dejé dormir el texto y me dediqué a escribir mi libro de microficciones Enciclopedia mínima. Pasado un tiempo retomé Que la tierra… y me dije que lo mejor era armarlo como novela. Fundí los tres relatos y reescribí todo lo que correspondía a Féfer y su hermano. Aunque me gustaba mucho, quise dar un paso más adelante y agregué los capítulos sobre el joven escritor que busca su hermano literario. Para ello me basé en el principio de las líneas paralelas, las que, como sabemos, según la geometría euclidiana no se tocan nunca. Traté de crear correspondencias, espejos, complementariedad, etc. La fragmentación y las rupturas temporales me ayudaron mucho a esto., pues paradójicamente es a través de ese aparente caos que busco crear un nuevo espacio narrativo. Y no quise caer en el recurso de las historias paralelas que al final de la historia se unen argumentalmente. De allí que algunos lectores se queden intrigados por esta estructura. Pero para decir lo que tenía que decir, tenía que tomar riesgos.
-En tu novela, como tú mismo lo has dicho, tratas de articular asuntos como la familia, la memoria, el lenguaje y el proceso de escritura. Aquí la brevedad es ambición (lo menciono por el tópico de que los textos ambiciosos deban ser ladrillos). Pero para ti ¿Qué significa la brevedad además de las pocas páginas? Hay un interés declarado por usar en tus cuentos la estructura del haikú japonés que conoces bastante bien ¿significa lo mismo la brevedad en oriente que en occidente?
-Las formas breves de mi escritura provienen de una carencia. Desde pequeño he tendido a la dispersión y a la poca concentración. Curiosamente esta carencia me llevó a potenciar esos pocos instantes de concentración, a agudizar mis sentidos para captar en un breve lapso de tiempo lo que me rodeaba. Algo semejante les pasará a los músicos con problemas de audición, pintores con grados de ceguera, etc. De esta manera derivé en la literatura oriental, en su poesía, en los haikus, y hurgué y tomé de ellos lo que necesitaba para mi ficción. En especial asumir que la palabra, la imagen, se complementan con el silencio, con el vacío. No existe uno sin el otro. Lo mismo podría decirte de la perfección y la imperfección. Y como la perfección es divina, nuestra tarea, como seres humanos, es modelar lo imperfecto.
-Otra de las cosas que has intentado hacer es dialogar con la obra de autores peruanos como Eguren y Humareda. Aunque será difícilmente que estos autores sean reeditados para un público más amplio, ¿qué cosas significativas encuentras en ellos que te hicieron seguirlos?
-Del poeta José María Eguren me atrajo su interés por mirar lo minúsculo, el misterio de la naturaleza en lo mínimo y, a través de esta mirada, hallar una trascendencia. También me fascinó su capacidad para construir un mundo muy personal, con referentes íntimos, con la música, con la pintura, etc. Digamos que el pintor Víctor Humareda fue en el Perú el equivalente a Toulouse Lautrec. Le interesó el mundo nocturno, sórdido, de la ciudad de Lima. Y lo retrataba con una saturación de colores que los tornaba esperpénticos. Todo esto me fascinó y siempre me he sentido afín a su estética.
-Por terminar esta parte con un mal chiste ¿con quién te gustaría que te emparentaran en la literatura? ¿primo hermano de Bernhard? ¿nieto de Donoso? ¿hijo abandonado de un escritor de Haikús?
-Como el hermano menor de Ricardo Sumalavia.

SOBRE LA CREACION LITERARIA

-¿Cuáles fueron los problemas (técnicos, de inspiración, de alimentación, etc.) a los que te enfrentaste al hacer este libro? ¿Qué comentarios de amigos recibiste y cuál es tu propia lectura de ese libro ahora?
-Creo que el más anecdótico fue el libro Habitaciones. Yo pertenecía a un grupo literario, el grupo Centeno, y en sus sesiones sabatinas empecé a leer cuentos breves que escribía y dedicaba a cada uno de sus integrantes. Lo hice para obligarme a escribir. Además, por esa época leía mucho a los escritores latinoamericanos de los 70 y 80. Quise aprender de ellos. Lo curioso es que mientras más quería parecerme a ellos, más distinto era lo que escribía. De pronto asumí que esos cuentos iban desarrollando una voz en común, un tono personal. Claro, el descubrirlo me asustó y no volví a escribir un cuento por medio año. Luego, de un modo natural, volví a escribir, a seguir con la serie de cuentos teniendo en mente armar un libro. Los comentarios se dieron cada sábado entre los amigos de este grupo.Ya han pasado quince años desde la publicación de ese libro y, la verdad, sigo igual de entusiasmado con él, como si recién lo hubiera publicado.--¿Puedes referirte a tu formación literaria y extraliteraria (canciones, libros, talleres, consejos de amigos, experiencias? Y a lo que has ido aprendiendo de otros lenguajes (pintura, arquitectura, comics, cine, música, publicidad?Durante varios años mi formación literaria estuvo alrededor del Grupo Centeno, grupo disidente de un taller de escritura, y allí hice grandes amistades. Una de ellas fue Iván Thays, pues además con él asistíamos y compartíamos clases en la misma universidad y éramos casi vecinos. Gracias a que él siempre ha sido un comprador compulsivo (y con buen gusto), pude leer muchos libros de su biblioteca y prestado discos y conversar muchísimo. Por esa misma época hicimos amistad con otro escritor que apreciamos mucho: Carlos Calderón Fajardo. De hecho, hablo de él en mi novela. Su amistad y su literatura han sido fundamentales en mi formación.
-¿Qué autores se te han caído del pedestal y por quienes de los que han escrito en los últimos cincuenta años apuestas para perdurar?
-Por suerte, todos siguen en su pedestal. Quizás ya no los visito como antes, pero me quedo con el recuerdo de sus lecturas. Y apostar por alguien no es algo que atraiga demasiado, pues “perdurar” es un premio para quién? Para el escritor? Para el lector? Me quedo en este espantoso presente.
-¿Con quienes te gustaría que se te emparentara? ¿Con qué parte de la tradición en español en general y de la peruana en particular has intentado dialogar en tus libros?
-Como cuentista, me gustaría sentirme cerca de Onetti, Bruno Schulz, y mucos otros. Entre mis escritores de cuentos peruanos me gusta la proximidad con Luis Loayza, Alfredo Bryce, Guillermo Niño de Guzmán, Alonso Cueto, Carlos Calderón Fajardo, Ampuero, Thays, Iwasaki, Prochazka.--¿Qué consejo(s) práctico (hacer sentadillas, leerse este o aquel libro, copiar a mano tal texto,) ofreces para autores principiantes, en activo o en retirada? --Creo que uno de los mejores consejos a los autores principiantes es, mientras escriben, olvidarse absolutamente de todo lo que rodea al libro como objeto, como producto. Parece un consejo muy simple, pero creo que leeríamos mejores libros si se tuviera en cuenta.

En: La Sala de Interrogatorios

Entrevista a Ricardo Sumalavia desde su autoexilio en Francia


Por Harry Cañari-Atoche

Es que nada es a destiempo y las letras de Ricardo Sumalavia, finalista del Premio Herralde 2006, tampoco; por el contrario, su cronología es muy gentil y consecuente, por su puesto. El escritor tuvo la gentileza de brindarme una entrevista desde su autoexilio en Francia.
Harry Cañari-Atoche
¿Puedes darnos una sinopsis de tu novela "Que la tierra te sea leve" a editarse con la editorial Bruguera?
En la novela desarrollo dos historias, que a su vez se ramifican en otras, y que tienen como eje común el tema de la búsqueda del hermano. La primera de las historias transcurre en Lima, en una Lima que me he construido a mi gusto: grotesca, carnavalesca, con un espíritu que me permite dialogar (al menos eso intento) con la obra de Eguren y Humareda. La otra línea habla de un joven escritor que, a través de crónicas, pretende recuperar a su hermano literario, aquel que nos une a una tradición literaria.
¿Quizá estés evaluando la posibilidad de editarla en Perú?
Es algo que me gustaría, pero que ahora depende más de la editorial. En todo caso, espero que pronto haya ejemplares en el Perú.
¿Cómo así incursionaste o decidiste ser escritor? Por otra parte, ¿tuviste algún mentor?
Siempre me doy distintas respuestas cuando busco el punto de partida de mi vida como escritor. Quizás se deba a que lo quise desde siempre, sin siquiera tener una clara conciencia de ello. Lo importante, sin lugar a dudas, fue tener desde pequeño muchos libros a mi alrededor. Un día crees, o tienes la necesidad, de hacer tus propios libros. Y no tuve ni tengo mentor. Lo que tengo son amigos, buenos amigos, que influyen mucho y estimulan mi escritura.
¿Cómo ves el desarrollo literario latinoamericano?, ¿Crees que el Perú esté sumado a éste “desarrollo”?
Creo que lo mejor de todo es que no tenemos las cosas claras. Y ni falta hace para seguir escribiendo. La etiqueta "latinoamericana" o "peruana" o "mexicana" sirve para los catálogos, profesores e invitaciones a congresos. Claro, esto no significa que solo seamos una suma de individualidades. Hay preocupaciones estéticas, sociales, políticas, etc. que comparten, afectan o condicionan a muchos de los escritores.
Hace poco leí que Roncagliolo mencionaba que, al igual que los compatriotas, los personajes de las novelas del Perú buscaban escapar de su realidad. ¿Tú opinas lo mismo, o crees que Ya se puede hacer Literatura desde el hogar?
Puede haber novelas con esa constante, personajes huyendo de su entorno social -si es que he comprendido bien tu pregunta-; pero no tiene que ser el punto común a todas las novelas del Perú. De hecho hay novelas que hacen lo contrario, se internan en su realidad, en su historia. Los resultados en ambas búsquedas, como en tantas otras, pueden dar buenos o malos libros por igual.
HC-A: Cambiando poco de tema...
Tu actual cuidad, Bordeaux, tiene algún motivo en especial para, quizá, dar un giro o dejarse influenciar por la literatura francesa.
Vine a Francia, específicamente a Bordeaux, para escribir una tesis doctoral. No vine para dar un giro en mi vida, sino para tomar distancia, para apoyarme más en la memoria. La literatura francesa siempre me ha gustado, como otras; pero en esta estancia he descubierto a un escritor que creo notable: Patrick Modiano.
¿Conoces de algunos “movimientos” que se estén dando en Francia; o crees que ya los movimientos quedaron estáticos y las nuevas generaciones de escritores deben seguir sus propios lineamientos?
No oigo hablar de movimientos en Francia. Algunos hablan mucho de la "autoficción" en este país, pero no me parece que sea nada nuevo ni exclusivo de los franceses.
¿Crees que los premios literarios son tan trascendentales como para “decir” qué obra es “buena” y cuál no?
Muchos escritores consideran intrascendentes los premios literarios hasta que gana uno. Pero en verdad, no son nada decisivos. Finalmente va a depender del libro mismo, y de la suerte seguramente.
Seguramente, debes conocer el “boom de la editoriales independientes”. La mayoría –como las transnacionales– buscan rentabilizarse (por lo menos eso le oí decir a Estruendomudo); pero, ¿Se debe anteponer el marketing y la publicación de cualquier libro o literatura “light”, antes de la calidad literaria?
No hay que perder de vista que las editoriales (grandes o pequeñas) tienen un carácter empresarial. Si no venden, desaparecen. Así de sencillo. Algo que mucha gente no entiende es que gracias a los autores que venden mucho (libros excelentes o espantosos), es que los editores pueden publicar a otros autores que saben de antemano que no venderán mucho, pero que se trata de libros estupendos.
No sé si nos puedes dejar un mensaje, acerca de éste bonito, incomprendido y solitario arte de la escritura y porqué no invitar a muchos jóvenes a entregar sus letras al Perú –o mejor dicho– al universo.
Les diría lo mismo que a Harry Houdini antes de sumergirse en el mar atado con cadenas y solo una truza de baño: ¡Aguanta la respiración!


martes 17 de junio de 2008

En:
http://harrycanariatoche-ec.blogspot.com/2008/06/entrevista-ricardo-sumalavia-finalista.html