Ricardo Sumalavia es uno de los mejores escritores de cuentos (si no es que el mejor) surgido en los últimos años. El trabajo realizado en relatos breves y microcuentos que hemos podido disfrutar en Habitaciones (1993), Retratos familiares (2001) y Enciclopedia mínima (2004) es, cuando menos, notable. El esfuerzo por la brevedad significativa en sus relatos es impresionante y sospechable la influencia de la literatura oriental que, a veces, pareciera decirnos que bastan solo unos segundos en la vida para que esta sea trascendente. De este modo, en los relatos breves de Sumalavia solo hay sustancia, solo la explosión, solo lo que conmueve... Ricardo Sumalavia piensa y escribe en el "solo". El fraseo, por lo tanto, no se luce; cumple y es efectivo; pero no deslumbra pues es opacado por la explosión de la brevedad. No digo que no se pueda apreciar, pero para esto se exige un ojo buscador, una lectura en planos, un disección pausada y detallada.
En Que la tierra te sea leve, la primera novela del escritor peruano, se pueden encontrar las mismas características que en su narración breve. ¿Cómo un escritor entusiasmando con la brevedad logra escribir una novela de más de 100 páginas? pues la respuesta es la técnica.
Sumalavia estructura su novela en distintos planos; tantos que pareciese un derroche de habilidad. Podemos hablar de saltos de tiempo que el lector tiene que ordenar; también de los narradores, los que se dedican a ser visuales, los que toman las voces de los personajes, los que son confesionales; que pienso, son los tres grandes ejes narrativos. También podríamos hablar del lenguaje y el fraseo musicalizado por grandes fragmentos de la novela, hasta que, la voz y el modismo torpe de una mujer vulgar toma la posta y continúa con la narración. y, por supuesto, de la fragmentación de la historia.
Hasta aquí, es la forma lo que me ha interesado; pero es que el fondo tiene como única materialización esta forma; es decir, no es una opción estratégica, es necesidad.
Se nos presenta una historia de búsquedas y contrastes, y como toda búsqueda, es un transitar al pasado, a las causas primitivas, a recordar dónde, cómo y por qué se perdió lo que hoy se transfigura como tan necesario. el personaje de Fefer, el enano sátiro, es el más interesante por lo sórdido, lujurioso, casi delictivo quien se mimetiza en callejones y seres oscuros. me hizo recordar a ese personaje del que habla Ribeyro, un delincuente peruano en París, que lo auspició a él y a otros escritores, en la Tentación del fracaso, si no me equívoco.
Son las piezas del rompecabezas las que me llaman la atención. Una novela de relatos fragmentados, independientes si quieres, que se unen como pistas de un crimen. Disfruté descubriendo los planos, reconociendo los narradores, analizando el tiempo, unificando los fragmentos, como un niño buscando entender cómo funciona su juguete más querido.
Estimo la primera novela de Ricardo Sumalavia, finalista del premio Herralde, como una de las entregas más importantes del año, necesaria para todo aquel que cuestiona la compatibilidad entre cuento y novela. Y, por supuesto, una prueba más de la pericia narrativa de tan importante autor.
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